Con frecuencia resultan sorprendentes los argumentos
que se usan para inclinar la balanza de la justicia del lado que mejor
favorezca los intereses personales de cada cual.
No se para en mientes en la utilización de cualquier
tipo de recurso. Es de todo punto intrascendente si la prueba propuesta carece o no de validez, no importa.
La finalidad que se persigue es lo fundamental.
Para convencer a la jueza de la pertinencia de su
salida de prisión, los miembros del Govern encarcelados han puesto toda la
carne en el asador, ¿Mediante argumentos jurídicos? Pues no. En varios casos a
través de mostrar su fe o exhibiendo su conciencia religiosa ¡Qué poder tan
inmenso deben de tener las creencias para poder ser utilizadas en sede
judicial!
Oriol Junqueras ha utilizado para su defensa su
condición de creyente (católico suponemos). Según el ex vicepresidente de la
Generalitat ser piadoso imprime carácter de anti violencia. En opinión de la
defensa de los encarcelados esta cualidad resulta incompatible con el delito de
rebelión. Olvidan Junqueras y compañía los numerosos episodios en los que, en
nombre de algún dios, se ha utilizado la brutalidad contra inocentes.
En nuestro país no hace tanto tiempo que se han dado
ese tipo de acontecimientos luctuosos. A día de hoy las cunetas españolas siguen
llenas de cadáveres de ajusticiados por unos asesinos que mataban - entre otros
- a incrédulos y discrepantes con su fe. El solar patrio era en esos momentos
el patio de recreo particular para creyentes católicos, apostólicos y romanos.
Estos hechos muestran que tener determinada ideología religiosa no representa
una vacuna contra la barbarie por mucho que Oriol lo atestigüe.
Tal y como pretenden los ex consellers, la
asistencia a misas y trabajos parroquiales tampoco son antídoto contra la
violencia delictiva, no serán los primeros ni los últimos caciques que después
de una buena comunión apalean a los descreídos. Sin ir más lejos el 20N se
ofició misa en memoria del genocida responsable de que en la actualidad sigan
existiendo fosas comunes por los campos de este país.
¿Tanta importancia sigue teniendo la Iglesia
Católica en el estamento político – social español?
Pues parece ser que sí, teniendo en cuenta que esas
creencias religiosas están siendo
invocadas para paliar las responsabilidades emanadas por actuaciones
políticas presuntamente delictivas.
Organizaciones laicistas se han cuestionado en innumerables ocasiones
la indefinición constitucional en materia de separación Iglesia/Estado.
El artículo 16 de la carta magna establece la
aconfesionalidad del Estado, pero el
16.3 implanta el singular trato que debe tener la Iglesia Católica y para
compensar extiende el buen trato a todas
las demás confesiones sin nombrarlas. Es decir, abre la puerta de la
multiconfesionalidad para mantener disimulados los privilegios otorgados a la religión
predominante: La Católica.
Considerando el laicismo como
una corriente
de pensamiento o ideología que defiende
la existencia de una sociedad organizada
de forma independiente de las confesiones religiosas, suena
chocante que se quiera utilizar la pertenencia a una determinada creencia para justificar
el buen comportamiento ciudadano ¡Claro, que ser confesionalmente adepto tapa
muchas carencias!
Sin ir más lejos, la condición de católico,
apostólico y romano permitió al señor
José Antonio Sánchez Domínguez, Presidente de la Corporación RTVE, justificar
la retrasmisión de las misas dominicales y no dar cobertura informativa a un
acontecimiento de relevancia social. Según
Jose Antonio Sánchez carece de importancia que se celebre en Madrid el día
mundial del Orgullo Gay ¿Quizás debido a algún ramalazo de homofobia? No sería
de extrañar teniendo en cuenta las opiniones de destacados obispos de su credo.
Para compensar la ausencia de rigor informativo
acompañó de proselitismo religioso su comparecencia en el Senado. A fin de justificarse
nos regaló la transcendental noticia de
su adscripción religiosa. Estos personajes que utilizan las doctrinas como
escudo de sus incompetencias lo hacen con la finalidad de negar la situación
social que les rodea. A los ciudadanos ¿Qué les importan sus creencias?
Exactamente igual
que a los magistrados de la Audiencia Nacional les debe importar un higo
si los imputados van a misa o pecan con descaro. Si vivimos en un Estado de Derecho
la preocupación de las jueces deberá ser si se han cumplido o dejado de cumplir
las leyes humanas, no las divinas.
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