Llevamos una larga temporada
asistiendo a un penoso espectáculo patrocinado por nuestra clase política.
Naturalmente nuestra indolente conformidad tiene mucho que ver en el
comportamiento de quienes nos gobiernan.
Hemos permitido excesivos abusos,
la indignación se nos ha disipado rápidamente, con un poco de chapa y pintura
nos han vendido una tartana vieja como si fuera un vehículo de última
generación y nuestra ira se ha escapado por el vertedero del conformismo.
Resulta un desafío a la
inteligencia la postura adoptada por los alimentadores de opinión y no pocos
analistas políticos.
Sí; la jueza Lamela ha dictado
prisión sin fianza para el vicepresidente Junqueras y siete de los Consellers
del Govern. Analizada la trayectoria reciente de la jueza ¿Esperaba alguien
otra cosa?
Parece que nadie recuerda que es
la misma magistrada que mantiene en prisión -
acusados de terrorismo - a los detenidos por una pelea de bebidos en un
bar de Alsasua. También es La misma que recientemente ha dictado prisión para Jordi Sánchez y Jordi
Cuixart, después de oír al fiscal
retorciendo la ley.
¿A quién le extrañan las
decisiones de la jueza? ¿A qué viene tanta sorpresa?
Las expresiones que se están
vertiendo sobre la politización de la justicia vuelven a ser un nuevo ejercicio
de doblez sin ningún valor. En este viejo arcón caben prácticamente todas las
formaciones políticas. El PP es
solidario con las actuaciones del Fiscal General del Estado como máximo
responsable de su nombramiento.
Misma responsabilidad de
nombramiento que ejerció el PSOE cuando ostentaba el Gobierno de la Nación.
Esto nos señala a unos primeros responsables de la politización judicial.
Pero no son los únicos; en no
pocas ocasiones, ambos partidos, han gobernado con los apoyos de formaciones como
el PNV que hoy se rasgan las vestiduras con las decisiones del PP que ellos
apoyan vía presupuestos generales. Y de otros como antigua Convergencia
Democrática (hoy el PdCAT) que ahora sufren en sus carnes la acción judicial
auspiciada por sus ex amigos.
El partido de Ciudadanos
Españoles y de la JONS cumple fielmente con su cometido de partido muleta y
aplaude fervorosamente que la fiscalía actúe como órgano transmisor del
Gobierno.
Tanta pose hipócrita aburre,
cansa. Que la judicatura está tremendamente politizada es un mantra que recorre
la sociedad española desde que se hizo real la desdichada Transición. El Poder
Judicial quedó al margen de cualquier transformación.
Si hubiera que nombrar una esfera del Estado de Derecho donde la democracia no
ha hecho acto de presencia, una gran mayoría de personas nombrarían sin dudar
al estamento judicial.
Los miembros de los altos
tribunales son elegidos a través de las formaciones políticas. Las luchas por
colocar afines en los puestos de decisión judicial son por todos conocidas,
muchas de las decisiones y sentencias judiciales atufan a oportunismo político.
Sistemáticamente los partidos de la alternancia han bloqueado las renovaciones
del Tribunal Constitucional cuando han
estado a expensas de alguna sentencia.
Con todos estos antecedentes, son
una broma de mal gusto las declaraciones
de sorpresa y estupefacción cuando alguien comprueba que la justicia se acomoda
al dictado del gobierno de turno (fundamentalmente durante el periodo de
instrucción de la causa). Durante este periodo procesal el magistrado
instructor suele seguir las peticiones de la Fiscalía. Ya hemos dejado aclarado
quién nombra al Jefe de los fiscales.
Escuchar al portavoz Méndez de
Vigo decir que desde la Constitución de 1812 existe separación de poderes en
España es motivo suficiente para mandarle al colegio a repasar algo de la
historia constitucional de este doliente reino.
Además de una burla a la inteligencia
es un insulto para las víctimas de las múltiples épocas de absolutismo
borbónico y dictaduras varias que desde la aprobación de la “Pepa” han padecido
los habitantes de este país, producto de las cuales son - entre otras cosas –
las constantes guerras civiles a las que hemos sido condenados.
Nuestra ausencia de educación
social, política y cultural nos lleva a aguantar declaraciones como la del
ministro portavoz, al igual que con anterioridad hemos soportado las de Rafael
Hernando y Pablo Casado humillando a las víctimas de las purgas y persecución
franquista.
A Mariano Rajoy, a la cúpula de
su partido y a los poderes en la sombra que le sostienen, le importa un higo la
situación de Cataluña. Saben que han despertado al toro hispánico, como dice el
ínclito Gustavo Alcalde – Delegado del Gobierno en Aragón – y ese astado
cuernilargo embiste con fiereza contra todo aquello que le molesta.
La derecha nacional-católica
espera que tras el 21 D su marca naranja alcance la presidencia de la
Generalitat con los apoyos del PP y un casi desahuciado PSC. Si no sucede
así, no pasa nada, a Rajoy siempre le
quedará España y para Cataluña una nueva dosis de venganza.
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