El beso, ¡ay el beso! Cuantos ríos de tinta y caracteres en tuis (X) está haciendo correr la machorra reacción de un desmembrado cerebral. Luis Rubiales nunca soñó con alcanzar la notoriedad que finalmente el fútbol le ha otorgado.
Futbolista mediocre sin ningún tipo de talento especial para la profesión, se topó de repente con una bastarda guerra de intereses mediáticos, nada nuevo bajo la luz del sol. Esos caprichos del destino le encumbraron - desde el anonimato sindical de una asociación condenada al fracaso – hasta la cúspide caliente del fútbol español.
Eso es tanto como decir que se convirtió de la noche a la mañana en uno de los amos del universo futbolístico español. El otro es Javier Tebas, el presidente facha de la patronal futbolera que utiliza, para teñirse de gestor, el ungüento de exitoso empresario con camuflaje de salva patrias.
Luis Rubiales ha tenido la difícil misión de hacer compatible una actividad deportiva, seguida por masas enfervorizadas, con la menos idílica finalidad de recoger la pasta gansa que genera el hecho de darle patadas a una pelotita.
Hasta hace poco, para minusvalorar la actividad, hubiéramos hablado de tipos en pantalón corto ganando obscenas cantidades de dinero, al tiempo que los investigadores de enfermedades letales carecen de los mínimos recursos para llevar a cabo sus estudios.
Cosas de la sociedad capitalista que tanto nos gusta exhibir.
Ahora tendríamos que incluir a chicas en short convertidas en el paradigma de la evolución del feminismo.
Todo porque han conseguido que las hembras intrascendentes de la monarquía española se hayan acercado a vivir en directo su efeméride deportiva.
Cosas de la sociedad monárquico-capitalista que tanto nos gusta adorar.
¿Estamos encantados de que la selección de fútbol de España haya ganado el campeonato del mundo? Si únicamente atendemos a nuestra inclinación ancestral a sentirnos miembros de un colectivo tribal la respuesta es sí. Definitivamente SÍ.
Las catalanas, vascas, gallegas, andaluzas, extremeñas, castellano leonesas, baleares, canarias, ceutís, melillenses, castellano manchegas, riojanas, astures, cántabras, valencianas, aragonesas, navarras, madrileñas y murcianas, maltratadas, vejadas, ninguneadas en sus derechos; violadas y abusadas en las calles y en los juzgados, para acabar siendo asesinadas por sus parejas. Pisoteadas por enfermos que niegan la violencia machista para intentar mantener la hegemonía hombruna ¿También estarán ellas de celebración?
O tal vez, sólo tal vez, sentirán que a pesar de los halagos y parabienes, han vuelto a ser utilizadas por un machismo egoísta.
Jeny Hermoso manifestó que “no le había gustado” el famoso beso de Rubiales ¿Por qué le tenía que gustar? Y en todo caso ¿Qué cambiaría que hubiera estado encantada con el beso impuesto? ¡Nada! Seguiría siendo la imposición abusiva del jefe hacia una empleada.
Desde las posturas ideológicas de “toda la vida”, es decir las que opinan que la mujer está concebida como descanso del guerrero, ¡Macho, por supuesto! Se vierten mil y una razones para justificar la agresión sufrida de una empleada por parte de su empleador.
Nada, absolutamente nada, puede justificar el acceso carnal de un hombre a una mujer sin el consentimiento expreso de ella.
¿Suena de algo? ¿No se parece mucho a lo que propugnaba la Ley de Garantía de Libertad Sexual, conocida como ley del sólo sí es sí, lamentablemente castrada con la connivencia de PSOE y PP?
La acción de Rubiales no deja de ser la demostración evidente del comportamiento de un jefecito engreído con ínfulas de macho dominante.
Que en algún medio de comunicación sumiso se haya notificado la boda supuesta, verdadera o falsa de Luis con Jeny no justifica su comportamiento institucional. Fue un abuso y punto.
La Federación debería intervenir, el Consejo Superior de Deportes debería intervenir, la Fiscalía debería intervenir y Luis Rubiales debería dimitir.
Aunque quieran convencernos de que son cosas de la sociedad monárquico-capitalista a la que tanto gusta servir.
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