sábado, 11 de abril de 2020

El hedor de las propuestas


Los mentecatos insolidarios son muchos más de lo deseable, el número de sanciones interpuestas hasta la fecha supera ampliamente el medio millón. Esto representa que los infractores son casi cuatro  veces más numerosos que el número de contagiados ¡inaudito! Solo cabe una explicación a semejante estadística: la estupidez insolidaria es más rápida que el virus.
En semejante escenario, el Gobierno de coalición tiene que bregar con las críticas que la oposición lanza a su gestión. Utilizan las cifras para minar las acciones y disposiciones gubernativas, tenga o no responsabilidad en las áreas concernidas. Poco importan los traspasos de competencias, ni la gestión descentralizada, ni siquiera la utilización que algunas administraciones han hecho de las partidas presupuestarias.
Piensan esos creadores de opinión que ahora es el momento de centrar toda la artillería en el acoso y derribo de un Gobierno que consideran ilegítimo y al que tildan de peligroso para la seguridad nacional.
Desde las editoriales apoyan a grupos políticos que presentan auténticas ocurrencias sin importar mucho sus múltiples incoherencias, falsedades o incluso que realicen fanáticos llamamientos a subvertir el orden legalmente establecido.
Donde ayer decían blanco blandiendo el salvamiento de la patria, hoy usan el negro para defender a “su patria”. La manifiesta ilegalidad de sus propuestas – tal y como han observado los letrados del Congreso de Diputados – van acompañadas de un absoluto desprecio al ordenamiento constitucional vigente.
Tampoco ayuda mucho la flacidez endémica de la opinión pública. La obscena exhibición de fariseísmo político que adorna a gran cantidad de comunicadores está alcanzando cotas de desconocido filibusterismo informativo. Todo sin que su comportamiento sea repudiado por una la población que debería estar harta de ser manipulada. Estos informadores perversos manejan los datos oficiales - y los que se inventan - con  la torticera finalidad de debilitar la credibilidad de un Gobierno que consideran bastardo.
Los cantautores de la oposición interpretan sus baladas reivindicativas en un escenario de tenebrosos augurios ¡o ellos o el caos!
Son acompañados ¡Cómo no! por relucientes estómagos agradecidos capitaneados por los mariscales del latrocinio: ¡a la batería! Felipe “X” González,  ¡En el bajo! José María “No me aguanta la mirada” Aznar, ¡en el triangulo! Rosa “Me cambio de partido” Díez, ¡Los coros son los medios afines! y ¡tocando la gaita! La Curia episcopal.
Todos contra el Gobierno socio-comunista-bolivariano que ha salido del Congreso de los diputados con la ayuda de los separatistas, golpistas, rebeldes y nacionalistas rompe-España.
Suben a la tribuna de la cámara de diputados y ruegan a dios que acabe con la epidemia porque la ciencia no avanza tan rápida como el agua bendita que lleva el Ángel Marcelo.
Por si dios esta en otras cosas, se invocan la intervención del Borbón para ver si se decide a dar un golpe de timón (esta vez bien hecho, no como la chapuza que las malas lenguas le atribuyen al emérito) con el objetivo de reconducir a la patria por la senda que nunca debió abandonar la de ¡Como dios manda!
Para sus fines postulan a los tres tenores en versión “Sopranos”: Felipe, José María y Rosa, para que elijamos líder.
Una vez visto que la “modélica transacción” permitió a los criminales continuar gozando de los beneficios de sus crímenes, los lacayos del verdadero poder tienen muy poco interés en que nada cambie. De la democracia  ya si eso.
Sobre el mundo se extiende una amenaza sanitaria que indudablemente será superada, aunque las consecuencias que se prevén tienen pocos visos de ser halagüeñas.
Los carroñeros están ojo avizor para rentabilizar la situación que se avecina. Y como siempre ha sucedido desde que el mundo es mundo, los audaces emprendedores esquilmarán la caja que más provisiones tiene: la de todos.
A los reputados economistas liberales se les llena la boca alabando las excelencias de un sistema de libre competencia sin regulación posible,  en el cual – dicen los muy osados - cada uno tenga ganancias de acuerdo a sus valías, preparación y méritos.
Claro que como los beneficios a alcanzar están limitados por las ambiciones de un avaricioso círculo muy restringido, los depredadores miran con ojos golositos la rebosante caja común. Una caja hecha con sudor, sacrificio y trabajo, elementos de poco valor para aquellos que esgrimen el nacimiento, la estirpe y la clase social para alcanzar influencias.
Los meritorios heredan fortunas, puestos de trabajo, cargos públicos y hasta puestos políticos. Cuando ocupan los sitios dominantes lo atribuyen a su especial preparación y valía, cuando en realidad es debido a influyentes presiones de su entorno.
El pago a las prebendas que reciben lo hacen con capital que no les pertenece, privatizan empresas, disminuyen servicios sociales y recortan derechos mientras todo el capital esquilmado es regalado a los mecenas que les protegen.
La situación actual no difiere mucho de otras que ya hemos vivido, las reacciones de las lumbreras socio-políticas suelen ser similares en todas las circunstancias.
En primer lugar vociferan negando la peligrosidad de los acontecimientos, a continuación pasan a un estado de silencioso letargo en espera de que pase la alarma,  a ello le sigue un posicionamiento a favor de cambiar hábitos de comportamiento que han conducido hasta la situación de crisis para atacar con virulencia a todo aquel que ose advertir de las medidas económicas liberales.
Todo acaba con la intervención de los mediáticos mercenarios del poder que colocan a cada cual en su sitio: el dinero en la cima, la iglesia a su derecha, los uniformados a sus pies y el pueblo bajo las botas.

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