Los
mentecatos insolidarios son muchos más de lo deseable, el número de sanciones
interpuestas hasta la fecha supera ampliamente el medio millón. Esto representa
que los infractores son casi cuatro
veces más numerosos que el número de contagiados ¡inaudito! Solo cabe
una explicación a semejante estadística: la estupidez insolidaria es más rápida
que el virus.
En semejante
escenario, el Gobierno de coalición tiene que bregar con las críticas que la
oposición lanza a su gestión. Utilizan las cifras para minar las acciones y
disposiciones gubernativas, tenga o no responsabilidad en las áreas
concernidas. Poco importan los traspasos de competencias, ni la gestión
descentralizada, ni siquiera la utilización que algunas administraciones han
hecho de las partidas presupuestarias.
Piensan
esos creadores de opinión que ahora es el momento de centrar toda la artillería
en el acoso y derribo de un Gobierno que consideran ilegítimo y al que tildan
de peligroso para la seguridad nacional.
Desde
las editoriales apoyan a grupos políticos que presentan auténticas ocurrencias sin
importar mucho sus múltiples incoherencias, falsedades o incluso que realicen fanáticos
llamamientos a subvertir el orden legalmente establecido.
Donde
ayer decían blanco blandiendo el salvamiento de la patria, hoy usan el negro para
defender a “su patria”. La manifiesta ilegalidad de sus propuestas – tal y como
han observado los letrados del Congreso de Diputados – van acompañadas de un
absoluto desprecio al ordenamiento constitucional vigente.
Tampoco
ayuda mucho la flacidez endémica de la opinión pública. La obscena exhibición de
fariseísmo político que adorna a gran cantidad de comunicadores está alcanzando
cotas de desconocido filibusterismo informativo. Todo sin que su comportamiento
sea repudiado por una la población que debería estar harta de ser manipulada. Estos
informadores perversos manejan los datos oficiales - y los que se inventan - con
la torticera finalidad de debilitar la
credibilidad de un Gobierno que consideran bastardo.
Los cantautores
de la oposición interpretan sus baladas reivindicativas en un escenario de
tenebrosos augurios ¡o ellos o el caos!
Son
acompañados ¡Cómo no! por relucientes estómagos agradecidos capitaneados por
los mariscales del latrocinio: ¡a la batería! Felipe “X” González, ¡En el bajo! José María “No me aguanta la
mirada” Aznar, ¡en el triangulo! Rosa “Me cambio de partido” Díez, ¡Los coros
son los medios afines! y ¡tocando la gaita! La Curia episcopal.
Todos
contra el Gobierno socio-comunista-bolivariano que ha salido del Congreso de los
diputados con la ayuda de los separatistas, golpistas, rebeldes y nacionalistas
rompe-España.
Suben
a la tribuna de la cámara de diputados y ruegan a dios que acabe con la epidemia
porque la ciencia no avanza tan rápida como el agua bendita que lleva el Ángel
Marcelo.
Por si
dios esta en otras cosas, se invocan la intervención del Borbón para ver si se
decide a dar un golpe de timón (esta vez bien hecho, no como la chapuza que las
malas lenguas le atribuyen al emérito) con el objetivo de reconducir a la
patria por la senda que nunca debió abandonar la de ¡Como dios manda!
Para
sus fines postulan a los tres tenores en versión “Sopranos”: Felipe, José María
y Rosa, para que elijamos líder.
Una vez
visto que la “modélica transacción” permitió a los criminales continuar gozando
de los beneficios de sus crímenes, los lacayos del verdadero poder tienen muy
poco interés en que nada cambie. De la democracia ya si eso.
Sobre
el mundo se extiende una amenaza sanitaria que indudablemente será superada, aunque
las consecuencias que se prevén tienen pocos visos de ser halagüeñas.
Los carroñeros
están ojo avizor para rentabilizar la situación que se avecina. Y como siempre
ha sucedido desde que el mundo es mundo, los audaces emprendedores esquilmarán
la caja que más provisiones tiene: la de todos.
A los
reputados economistas liberales se les llena la boca alabando las excelencias
de un sistema de libre competencia sin regulación posible, en el cual – dicen los muy osados - cada uno
tenga ganancias de acuerdo a sus valías, preparación y méritos.
Claro
que como los beneficios a alcanzar están limitados por las ambiciones de un avaricioso
círculo muy restringido, los depredadores miran con ojos golositos la rebosante
caja común. Una caja hecha con sudor, sacrificio y trabajo, elementos de poco
valor para aquellos que esgrimen el nacimiento, la estirpe y la clase social
para alcanzar influencias.
Los meritorios
heredan fortunas, puestos de trabajo, cargos públicos y hasta puestos políticos.
Cuando ocupan los sitios dominantes lo atribuyen a su especial preparación y valía,
cuando en realidad es debido a influyentes presiones de su entorno.
El pago
a las prebendas que reciben lo hacen con capital que no les pertenece,
privatizan empresas, disminuyen servicios sociales y recortan derechos mientras
todo el capital esquilmado es regalado a los mecenas que les protegen.
La situación
actual no difiere mucho de otras que ya hemos vivido, las reacciones de las
lumbreras socio-políticas suelen ser similares en todas las circunstancias.
En primer
lugar vociferan negando la peligrosidad de los acontecimientos, a continuación
pasan a un estado de silencioso letargo en espera de que pase la alarma, a ello le sigue un posicionamiento a favor de
cambiar hábitos de comportamiento que han conducido hasta la situación de
crisis para atacar con virulencia a todo aquel que ose advertir de las medidas económicas
liberales.
Todo
acaba con la intervención de los mediáticos mercenarios del poder que colocan a
cada cual en su sitio: el dinero en la cima, la iglesia a su derecha, los
uniformados a sus pies y el pueblo bajo las botas.
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