Para conseguir tumbar a un
Gobierno legal y legítimamente constituido, se están llevando a cabo viscerales
campañas de descredito desde una rastrera oposición. Diferentes ámbitos e
instancias ponen todas sus fuerzas en el
empeño para la consecución de su anhelo: derrocar al llamado okupa Sánchez y al
peligroso comunista Iglesias.
“La
conjunción del Ejecutivo Social Comunista creado por la confabulación de los
enemigos de la Patria…, nos obliga a los españoles de bien a tomar decisiones
que – a pesar del dolor que nos producen – ayuden a volver a la senda que España
nunca debió abandonar”.
Cerrando los ojos incluso podríamos
oír la vocecilla de la mismísima “Paca la culona”, el dictador monórquido que asoló España durante cuatro décadas.
Esta alocución perfectamente
podría atribuirse a cualquiera de los gallardos mariscales de campo que exhiben
la banderita en la pulsera, en las mascarillas o tal vez bordada en la ropa
interior.
Con la finalidad de justificar las acciones que propugnan, ponen encima del tablero político a las
víctimas de la catástrofe. Exhibir muertos para tumbar gobiernos es una de las
especialidades de la derecha patriótica.
Lo utilizaron con sus teorías de
la conspiración, achacando la victoria de Zapatero a la realización de un
terrible atentado que quisieron atribuir a la organización terrorista ETA. Las
posteriores investigaciones, procesos judiciales y sentencias dejaron en
evidencia la falsedad que esgrimieron ministros, políticos e informadores de la
conjura.
No importa, a día de hoy 16 años
después, sinvergüenzas siguen martilleando a la población disfrazados de
periodistas, mediante periodicuchos convertidos en bodrios. Siguen usando la cantinela de una conspiración para justificar
que fueran desalojados del poder los cachorros de Aznar.
La situación que vivimos vuelve a
animar a los fanáticos para enardecer los ánimos. Cada vez que los herederos
del legado franquista se ven un poco apartados de los atributos del poder,
orquestan una campaña para enrarecer el ambiente y lograr por otros caminos lo
que la democracia les ha negado.
Si la sarta de memeces con que
nos obsequian las viéramos en blanco y negro,
pusiéramos una voz aflautada de niño viejo que nunca crece y lo
aderezáramos de ¡Vivas! y ¡Arribas! obtendríamos un perfecto gazpacho de
idioteces dignas de cualquier desmembrado cerebral de la emergente extrema
derecha actual.
Al rebelde le faltaba un huevo
testicular y le sobraba “un huevo de psicopatía asesina”.
Los legatarios políticos del
dictador han vuelto. Dejémonos de zarandajas, nunca se fueron, permanecían
ocultos. En la actualidad no necesitan disfraces casi democráticos, ahora se
atreven a desafiar abiertamente a las leyes, al Gobierno y a los tribunales. Ya
están alentando un golpe de estado, tardarán muy poco en reclamar la
intervención armada del uniformado salvapatrias de turno.
Una nueva andanada de reproches
trata de inculcar entre el imaginario colectivo la culpabilidad del Gobierno en
los trágicos resultados de la pandemia. Otra vez cadáveres encima de la mesa.
De golpe y porrazo se ha propagado
por contagio cerebral una excelsa formación epidemiológica nacional. En el más
recóndito de los parajes emerge una eminencia capaz de dar solución científica
a los estragos de la pandemia.
Las normas dictadas han tenido que
ser radicales, en este país las recomendaciones no sirven de mucho, un
alarmante porcentaje de autóctonos están incapacitados para entenderlas y menos
para seguirlas.
Desde los grupos opositores
tampoco han ayudado gran cosa. Los políticos con sus soflamas incendiarias, los
empresarios dando patadas al Gobierno en el culo de los trabajadores y la
jerarquía eclesiástica manipulando conciencias desde los púlpitos modernos
instalados en televisiones, emisoras de radio y panfletos pastorales.
Las medidas preventivas no se
adoptaron con anterioridad ni adecuadamente. Cierto, todas las personas que
opinan así no dejan de decir una obviedad. El sistema sanitario público fue
convenientemente desmantelado para dar negocio a los consorcios sanitarios
privados.
Estas Corporaciones sirvieron a los amos para recuperar los
beneficios que habían perdido con la explosión de la burbuja inmobiliaria.
Necesitaban otro cado de negocio y lo encontraron en la salud.
A partir de ese momento una
España despojada de industria, sin recursos propios y dependiente de los proveedores
extranjeros tuvo muy limitada su capacidad de reacción.
Y eso por muchas banderitas que
ondeen y caceroladas que organicen no es culpa de un ejecutivo que lleva 100
días de Gobierno activo y 60 de ellos con una
pandemia globalizada.
En mi humilde opinión y viendo los números, no creo que se pueda sacar pecho de la gestión realizada. Por el otro lado y sabiendo en la situación en la que nos encontramos, sería deseable tener una oposición crítica pero constructiva...
ResponderEliminarUnos besos y salud que no falte
Totalmente de acuerdo con el argumento del artículo, es imposible que no hubiera errores y se hubiera podido hacer mejor si no se hubiera recortado
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