viernes, 17 de enero de 2020

Suenan las trompetas


Si algún incauto pensaba que las aguas retornarían a mansas tras las bazofias vertidas en sede parlamentaria, ya puede ir desechando la idea.
Las intervenciones de los portavoces y líderes políticos de la actual oposición dejaron al descubierto que profesan nulo respeto a los resultados electorales, a la decisión de los electores y a las normas legales; en definitiva al cacareado sistema democrático que tan vehementemente dicen acatar.
Es de suponer que los impulsores del Gobierno de coalición  eran perfectos conocedores del marrón que se les venía encima.
En marzo del 2004 Rodríguez Zapatero ganó unas elecciones generales cuando las encuestas  aseguraban  la victoria de Mariano Rajoy, o para ser más precisos: de su mentor José María Aznar. A partir de hacerse públicos los resultados oficiales tuvo lugar una despiadada campaña contra el sorprendente ganador.
La falsaria gestión que realizaron los ministros del Gobierno saliente - unido al brutal atentado del día 11 - persuadió a los electores para ir a las urnas con la firme convicción de que  era necesario de forma urgente un cambio  de rumbo para reconducir el país.
Los españoles eligieron libremente pero ahí no acabó la cosa.
La rancia derecha española parece que está genéticamente incapacitada para aceptar que la finca no les pertenece y acostumbran a menoscabar la victoria de los rivales políticos sembrando de dudas el proceso, esparciendo incertidumbre sobre la limpieza de los mismos o, como hicieron en la cita del 14 de marzo de 2004, gestando una teoría de la conspiración mediante la cual los españoles - según los panfletos de la época – unos seres absolutamente idiotizados, asustados y pusilánimes otorgaron su voto a un ”cretino” como Zapatero, cuando tenían que haberse quedado en casa contemplando como ganaban ellos las elecciones; el partido  que se lo merecía por encarnar y representar los auténticos valores del españolismo puro, o sea el de  los que piensan, se comportan y hacen lo que dios manda.
Los folletines mediáticos se ocuparon de propagar a los cuatro vientos la teoría de la conspiración “zapateril” urdida por el “canallesco” Rubalcaba.
Intentaron meter a ETA con calzador para obtener réditos políticos de igual manera que pasearon por el fango a los estamentos judiciales que desmontaron sus teorías “conspiranoicas”.
Si para esta derecha tan patriótica todo vale con tal de seguir en el poder ¿Qué no ha de hacer para recuperarlo?
En esas están actualmente, con notables y peligrosas diferencias. Ahora, desde las profundidades de la caverna ha salido a la luz la bestia que tienen dentro.
La rama dura de la ultramontana derecha hispánica ha decidido que es la hora de abandonar los complejos y escrúpulos. Piensan que ha pasado el tiempo suficiente desde su sesión de maquillaje democrático y que ahora nadie les va a reprochar sus orígenes.
Las notables carencias de la “modélica transacción” a la democracia desde el franquismo, se ponen de manifiesto con la esperada virulencia. Ya no se esconden, ya no creen necesario proclamarse demócratas de toda la vida, ahora abiertamente abogan por una vuelta atrás para recuperar el estatus que les pertenece. Aunque no tienen nada que recuperar porque nada perdieron, únicamente hubieron de ser discretos y no alardear mucho de su condición de privilegiados hijos del Régimen. 
Ya no se conforman con eso. Quieren su lugar y lo quieren con fanfarrias y reconocimientos. Se acabó el negar su ideología. Son fascio-franquistas, sí y ¿Qué?
Ahí es donde reside el peligro. Las proclamas del ex general Coll - casualmente hijo y nieto de alcaldes franquistas – son un llamamiento a lo que en términos golpistas se denomina “reconducir la situación”.
No le gusta como se ha conformado el Gobierno, no le concede legitimidad democrática, no concede legitimidad democrática al sistema de partidos actual, no admite la participación de formaciones con idearios diferentes al suyo, considera inadecuado permitir que los ciudadanos voten libremente porque no saben elegir adecuadamente, aboga por blindar la Constitución del 78 haciendo hincapié en dos aspectos: la jefatura del Estado en la figura del Rey y el Ejército garante de la unidad de España. El resto del articulado constitucional le trae al pairo.
Haría bien el ejecutivo de coalición en comprometerse seriamente para vigilar los movimientos que se puedan gestar en las salas de oficiales de las diferentes unidades.
De pensadores peligrosos como Fulgencio están a rebosar los acuartelamientos. Sería una pena desandar el camino hacia la modernidad por no haber resuelto de una vez las miserias del pasado.

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