miércoles, 17 de julio de 2019

Debe de ser el calor


Nos vienen alertando los científicos del peligro que conlleva la elevación de temperaturas que estamos sufriendo de un tiempo a esta parte.
Si excluimos al primo disidente de Rajoy, los estudiosos de la disciplina climática piensan que la situación actual es consecuencia del comportamiento que los humanos estamos teniendo con el planeta.
Ahora bien ¡No todos los humanos! Únicamente aquellos privilegiados que tenemos capacidad para atentar contra el ecosistema y que desgraciadamente usamos esa capacidad.
El resto de la humanidad -aproximadamente el 80% de ella - sufre las consecuencias de la estúpida codicia de los países “desarrollados”.
Los golpes de calor se muestran especialmente dañinos en las cabezas purpuradas de los príncipes eclesiásticos: cuántas barbaridades son capaces de expeler por sus santificadas boquitas.
La presentación en el Congreso  de más de un millón de firmas para promover la despenalización de la eutanasia ha merecido la atención del Cardenal Osorno, Arzobispo de Madrid.
Como no podía ser de otra manera el prelado ha arremetido contra una iniciativa de progreso social ¿Por qué será que no nos parece extraño?
En su razonamiento el Obispo utiliza la maldad de argumentos que llevan usando cientos de años: dios así lo quiere. Es dios quien debe decidir. Dios es el legítimo propietario.
Ellos - los curas - se proclaman la única  voz autorizada para interpretar los deseos del todopoderoso hacedor ¡Vamos que solo ellos tienen cobertura con el santísimo!
A Osorno, su dios le ha contado que la vida de los humanos le pertenece. Así ese dios es quien decide la duración, la calidad, el sufrimiento, el goce y por supuesto; el final. Según Osorno sobre todo el final.
Al Arzobispo de Madrid le ha faltado decir: ¡Asco de ciencia que elimina el dolor, porquería de medicina que mitiga el sufrimiento y malditos descubrimientos que alargan la vida  sin tener en cuenta los deseos del señor!
Es de suponer que cuando le duela su santa cabeza no se tomará una aspirina porque el dolor que siente es deseo de dios ¡Hágase su voluntad! ¡Eh, sin medicinas Osorno!
Con alguna intención oculta - habrá que estudiar la finalidad de la operación - ha resurgido una noticia del año 2017. El protagonista de la misma debería averiguar quién quiere ponerle a los pies de los caballos con 2 años de retraso. Alguna cuita pendiente debe haber.
Por aquellas fechas el Arzobispo de Burgos, Fidel Herráez, nos obsequiaba con “La grandeza de la castidad”, para referirse a una niña asesinada por resistirse a una violación.
Una vez cosificada la mujer la pregunta para el clérigo de Burgos es ¿Y si es asesinada y también violada? ¿Cuenta que sea violada viva, casi viva, medio muerta? ¿La castidad permanece en la difunta violada o la pierde segundos antes de morir?
No tiene mucha importancia lo que opine Fidel, ya le echa un capote Braulio Rodríguez, el arzobispo de Toledo, cuando niega la igualdad de género. Con unos equilibrios de amor cristiano acerca de la mujer le niega a ésta los más elementales derechos como ser humano. Eso sí ¡Desde el amor cristiano!
El Obispo Ureña en Zaragoza lo entendió mejor y buscó en la perecedera carnalidad de un diácono la plácida sensación de místico desarrollo. Lástima que posiblemente todo esté mezclado - según investigaciones judiciales - con un bochornoso desfalco terrenal de una Caja de Ahorros gestionada por la Iglesia.
Son tantos los ejemplo del espíritu reaccionario de la Iglesia Católica, tantos panfletos como “Cásate y se sumisa” tanta doctrina contraria al progreso, al ejercicio de derechos, al disfrute de libertades que cuesta trabajo creer que sean posturas personales. Más bien parece una expresión de la esencia misógina del patriarcado eclesiástico con Bergoglio a la cabeza.
Claro que el sobresalto puede aturdirnos si observamos el comportamiento de los políticos de este país. Desde el anticapitalista nazareno Kichi y su condecoración virginal, hasta la derechísima Rocío Monasterio pidiendo doctrina cristiana en la escuela.
Todo ello pasando por los melifluos ministros, alcaldes, diputados y senadores culpables de seguidismo nacionalcatólico.
En su labor de representación de la ciudadanía siguen arrodillándose ante los curas y humillando al pueblo al que se deben.
Así que para no sufrir con la confesional situación  ¡Achaquémoslo al calor!

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