En
el Imperio hay un nuevo Emperador, un tipo con un cadáver de rata en la cabeza
y con nada de sustancia bajo el cadáver. Es el Donald malo, el bueno es el
pato.
En
una nueva demostración de la estupidez humana, un individuo que se pasa por el
forro de los caprichos todas y cada una de las normas que rigen en su país, que
hace alarde de ello, que menosprecia a
la mitad de la población (las mujeres) y desprecia a buena parte (hispanos y
negros) de la otra mitad, ha sido elegido para dirigir los destinos del país
más poderoso de la tierra, es decir, ha sido declarado Amo de la Humanidad.
“Un
pueblo, un dios, una bandera” ha sido una de las consignas que ha soltado por
su boquita de truhán. Pero no el truhán de la canción sino el autentico, el
perfecto sinvergüenza que se aprovecha de los débiles para satisfacer sus
pasiones.
Una
concepción de país en el que no caben los hispanos, del que son expulsadas las
mujeres, en el que no tienen sitio ni negros ni asiáticos, del que son
proscritos todos aquellos que son diferentes.
Vamos
que si se hubieran aplicado esas normas en sus inicios no existiría la poderosa
nación que hoy subyuga al orbe. A eso se le puede denominar coherencia neo-imperialista o algo
así.
Podemos
estar tranquilos, ni Obama era negro ni Trump será fascistoide en exceso, el
otro Donald (el original es un pato) acabará siendo una mezcla entre un mal
actor –Reagan- y un pobre deficiente -Bush-. El resto del trabajo lo hará el
poderoso status quo americano, por
cierto a esos no los controla ni elige nadie y a nadie le importa.
Ha
sido vencedor gracias a los votos de las zonas rurales, subdesarrolladas,
deprimidas e incultas. Votos de mayores
y desinformados, pobladores de la América - convencidos que la teoría de
la evolución es un sacrilegio - han otorgado la llave de la puerta del poder a
un personaje de ópera bufa.
El
mensaje ha sido simple “los americanos son muy americanos y mucho americanos”
¿Les suena algo?, el resto de la humanidad no existe o lo que es peor: es
escoria a explotar.
Los
políticos y analistas se tiran de los pelos intentando explicar el resultado de
las elecciones presidenciales americanas, no acaban de entender lo que ha
pasado.
Si
nos paramos a pensar solo un instante
vemos que la extrañeza es una reacción ficticia, Trump es un producto de
ficción televisiva. En España tenemos un presidente que se esconde tras una
pantalla de plasma.
Nadie
entiende el motivo por el cual han llegado ambos a dirigir la política de sus
respectivos países. Eso sí, con una salvedad, los escándalos de corrupción
institucional que afectan al Registrador español (aun cuando le dejen incólume)
no salpican, por ahora, al macarra americano. A éste le aquejan
sinvergonzonerías de otra índole que pronto, muy pronto llegarán hasta
nosotros, al señor de sms del tipo “Luis
sé fuerte”, nada le afecta, le perturba,
le disturba, ni le preocupa.
Su
mentor gallego, uno de los siete magníficos impulsores de AP, lo que a día de hoy es el Partido
Popular, tenía razón con el slogan:
“España es diferente”, dicho que Manuel Fraga utilizó para la venta a plazos de este
país y para mayor gloria de él mismo. Tampoco pequemos de ingenuos,
supuestamente Matesa y Sofico le dejaron además de gloria, unas buenas mordidas.
¿Y
ahora?
Pues
ahora nos veremos en la obligación de reconstruir nuestro futuro, tendremos que
hacer ímprobos esfuerzos para alcanzar una mínima parte de desarrollo de
derechos civiles. La educación ha pasado a ser un lujo y la sanidad un
dispendio.
Así
se vota hoy día en el mundo que llamamos civilizado, contra nosotros mismos,
creemos que siendo mansos, dóciles,
memos e incultos agradaremos al señor dueño del cortijo que será magnánimo y
nos permitirá lamer las sobras de su plato
¡Que alguien salve a América! Porque al mundo
no lo salva ni dios. Ha comenzado la operación MAGA (Make America Great Again).
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