Me
dicen mis incondicionales seguidores, pocos por otra parte, que en mis
artículos se nota mucho cuando escribo desde las vísceras y cuando intento
hacerlo razonadamente. También me dicen que prefieren la vehemencia visceral
que la políticamente correcta racionalización de los hechos. En fin, un maremágnum
de dudas, ¿Cómo hacerlo? ¿Me dejo llevar por los instintos o intento templar el
temperamento?
Hoy
es uno de esos días en los que dudo si escribir o irme a tomar el aperitivo, el
intento de hacer lo primero me lleva a estar escribiendo estas líneas bastante
carentes de sentido, pero ¿Tiene algo sentido?
La
tercera autoridad del país, la presidenta triste del Congreso, se pliega a los
mandatos de su jefe, el presidente disfuncional y marca la fecha de investidura
para el día 30 de agosto. Saltan las
alarmas de los partidos opositores, la fecha les parece inapropiada porque en
caso de fracaso de la investidura nos veremos abocados a unas terceras
elecciones que tendrían lugar el 25 de diciembre. ¡Qué más les dará!
Las
quejas tendrían que venir de otros lados creo yo. Del Monarca, por ejemplo, que
va a tener muy complicado cumplir con la jornada de reflexión en su mensaje navideño,
absteniéndose de hacer valoraciones políticas sobre la unidad de la
patria, la precariedad del empleo o el
espíritu de colaboración que los súbditos debemos de mostrar en la entrañables
fechas para impulsar el crecimiento de su finca.
Tampoco
lo tendrán fácil los presidentes de comunidades autónomas para articular su
discurso teniendo en cuenta que están en plena vorágine electoral y los
mensajes se miraran con lupa de 100 aumentos.
¡Ah!
Y ojo con las misas de gallo, las homilías tenderán al sectarismo en fecha tan
señalada, la Junta Electoral puede verse desbordada por quejas de los partidos -
tildados de endemoniados - cuando los sotanados hagan campaña desde los
púlpitos.
¿Pero
la oposición? ¿Qué le importa a esa recua de descreídos la fecha señalada? Si
acaso serán los votantes de Mariano los que tengan un gran disgusto por tener
que cumplir con su obligación de mantener en el momio a su líder tras haberse
hinchado de comer turrón y trasnochar en la misa de bienvenida al recién nacido.
Los
Obispos deberían afear la conducta de “su preferido” por entorpecer el
cumplimiento de su tarea evangelizadora. No es igual celebrar el nacimiento del
salvador tras una noche de feliz recogimiento, de familiar armonía, que celebrar
el acontecimiento pensando dónde has dejado la papeleta que tienes que llevar
al día siguiente. Por no hablar de los ocupantes de asilos y conventos que
tendrán que hacer horas extras en tan señaladas fechas para asear a los seniles
discapacitados con el propósito de que vayan a cumplir con el precepto
ciudadano de votar al PP, ¡como dios manda!
Aunque
seguramente, si la justicia no lo impide, habrán tenido tiempo suficiente para
adoctrinar a sus masas en la ardua tarea de menospreciar cualquier tipo de progreso
social que suponga un mínimo avance en los derechos igualitarios de la mujer y
en el respeto a las expresiones de la sexualidad que cada cual profese.
Hace
tiempo que están en una especie de carrera de relevos, deben de tener
establecido un turno de estulticia para hacer manifestaciones en contra de los
colectivos que intentan desprenderse de las cadenas de su ideología.
Cuando
no es el Arzobispo de Alcalá de Henares, es el de Getafe y desde la reserva
aparece Cañizares o el Obispo de Córdoba. Si uno padece homofobia grave, el
siguiente la sufre en grado extremo ¿Serán secuelas irreversibles de su paso
por el seminario? No sería descabellado pensarlo, demasiado tiempo hombres
solos y vestidos con faldas. Algún día la sociología nos iluminará en la
relación que existe entre los años de estudios teológicos para aprenderse un
cuento y la inclinación a la pederastia que profesan parte de los curas. Quizás de aquellos barros
vengan estos lodos.
De
todas formas si los mitrados parlanchines están tan preocupados por el poder de
lo que llaman lobby gay han perdido una oportunidad de oro al no denunciar las
prácticas llevadas a cabo en el Arzobispado de Zaragoza. Se tienen bastantes indicios
de que - algunos de los miembros del clan homosexual colombiano - no necesitaban
estar ordenados sacerdotes para ocupar puesto de titular de servicios
religiosos. Únicamente tenían que ser complacientes con los deseos de su jefe y
dejarse hacer.
En
fin, después de recordar tanta basura creo que me voy a tomar un par de vinos
para pasar el trago.
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