Una
de las grandes tareas de Estado que le son atribuidas al portador de la corona
es la de proveerse de un ábaco e ir pasando bolitas de un lado a otro para, al
final de tan ardua misión, llegar a la conclusión de la posibilidad o
imposibilidad que la aritmética otorga a los aspirantes a formar Gobierno.
Tras
los representantes de las formaciones minoritarias - unos con excesivo peso en
relación a su representatividad (partidos de nacionalismos periféricos) y otros
con su peso especifico minusvalorado (UP es el ejemplo más evidente) por mor de
una ley electoral confeccionada a medida de los defensores a ultranza de
privilegios ajenos a la necesidad de las personas – le llegó el turno a los
tres gallos del corral: Iglesias, Sánchez y Rajoy.
Las
conversaciones de Felipe VI con los líderes de Podemos y PSOE deberían haberle
inducido a pensar que, con las cuentas que le salían en su aparato contador, no
iba a ser Mariano Rajoy la apuesta más certera. Pero no, “El Preparado” se
atuvo al guión y propuso al líder de los populares la formación de Gobierno. Como
no podía ser de otra forma el Registrador declinó el ofrecimiento.
Que
Rajoy no tenía adhesiones suficientes para emprender la tarea era tan público y
notorio después de las manifestaciones de los visitantes de la Zarzuela, que un
niño de tres años hubiera adoptado la decisión de abrir otra ronda de
conversaciones sin necesidad de colocar al Presidente saliente en la tesitura
de comparecer en rueda de prensa para explicar lo obvio.
Esa
es una de las grandes tareas encomendadas a la Jefatura del Estado, la otra es
procrear para asegurar la pervivencia de la dinastía en la cúpula de la
Institución. Con estos dos grandes cometidos se articula la justificación de la
estructura estatal en forma de Reino. Bueno, no nos olvidemos la base en la que
se sustenta que no es otra que el mando supremo de las Fuerzas Armadas, siempre
le quedará a la monarquía española el recurso utilizado por sus antecesores para
obligarnos a acatar su primacía sin rechistar: La Fuerza.
Un
mes después de las votaciones estamos en el punto de partida; Rajoy continúa
con la cantinela de apelar a que ha sido la formación ganadora. Todavía no se
ha enterado que para ganar necesita un resultado que le proporcione 176 diputados por lo menos. Por debajo de esa cifra es el primero de los
incapacitados para formar Gobierno. La capacidad de formarlo se la tendrá que
ganar con acuerdos parlamentarios. Si no lo consigue seguirá siendo el primero
de los desautorizados.
Ahora
bien, si entre las demás opciones aparece una con apoyos externos suficientes
esa será la legitimada para formar Gobierno y por ende, la opción preferida por
los españoles pues han depositado en las urnas su voluntad de ser
representados. Tal y como la ley electoral proclama.
Rajoy
no ha dado un paso atrás, ha sido empujado. Cuando utiliza la cifra de votos
que ha obtenido (7.215.530) para
descalificar otras alternativas, esconde – de forma artera - la cifra de todos
los que no le han votado (29.295.422). Si
nos atenemos a la insolvencia que posteriormente ha exhibido para alcanzar
acuerdos con los representantes de otras formaciones, esta es la cantidad de
votantes que NO quieren que Mariano repita como Jefe del Ejecutivo. Por cierto,
tras el desaparecido Suarez (Calvo Sotelo no se presentó a la reelección) va a conquistar el dudoso honor de ser el
primer Presidente/candidato que no resulta reelegido.
Se
abre un tiempo nuevo, esperemos que sea de acuerdo y no de negociación. Parece
lo mismo pero dista bastante; negociación deriva de negocio y en este campo las
partes actoras buscan el beneficio propio aún a costa del resultado negativo
para su interlocutor. En el negocio la consecución de ganancias propias prima
sobre las pérdidas provocadas a la parte contraria.
En
cambio los acuerdos se fundamentan en la discusión de objetivos, se ceden unos
y se aceptan otros, se desplaza el beneficio propio por alcanzar un bien común.
La
posibilidad de acuerdos tras la huida de Rajoy presenta un escenario que no se
debe desaprovechar. Una vez enviado Rajoy al Registro de Santa Pola a lamerse
sus heridas, sería muy mal entendido que la alternativa propuesta no alcanzara
acuerdos solventes que barrieran el lodazal en el que nos han sumido cuatro
años de servilismo a intereses de grupos
de presión representados por la Troika y el club Bilderberg. Adiós Rajoy adiós
tanta paz lleves como tranquilidad dejas.
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