En
los albores del universo cuando se abría paso el desarrollo de las especies
entre la maraña de la vida, cada cosa buscaba su lugar y cada lugar se
acomodaba a su espacio. Los animales se dividieron en depredadores y depredados.
El
género humano es morfológicamente débil
en comparación con los grandes depredadores. Compite en terreno de desigualdad
contra otras especies que le doblan en tamaño, peso y fuerza. La naturaleza no
le ha dotado con especiales habilidades para casi nada, sin embargo se las ha
ingeniado para acabar siendo el más peligroso de los habitantes del
planeta. El sobrevalorado desarrollo
intelectual del género humano le ha conducido a un comportamiento que puede
calificarse, siendo generosos, como salvajismo dominante.
La
tan cacareada racionalidad del hombre ha conseguido que esta especie animal sea
la única que mata sin necesidad y que tortura por diversión. Sobran los
ejemplos a lo largo y ancho de la geografía nacional, entre ellos encontramos la costumbre de
despeñar cabras lanzándolas desde el campanario de la iglesia hasta descabezar
gansos colgándose de su pescuezo. Variopintos sistemas de divertimento.
En
España el toro es el animal que se lleva la palma en esto de la tortura para
divertir a los cultivados defensores de las tradiciones. El símbolo nacional es
masacrado de Norte a Sur y de Este a Oeste. Los toros embolados, los corre bous,
el toro ensogado, toro de Coria, bous al
mar, las vaquillas atormentadas en cientos de festejos y naturalmente “El toro
de la Vega”. En una comunión de ideas cada aldea se resiste fieramente a ser
invadida por el desarrollo. Por supuesto ayudadas por la ambigüedad de nuestra
legislación aderezada con la mediocridad y parsimonia de los politiquillos del
momento que vivimos.
La
legislación se marcó un brindis al sol e incluyó en el del Código Penal un
articulado sobre el maltrato animal. Con
matices por supuesto.
El
primer matiz es la valoración del maltrato; este para ser punible debe ser
injustificado, con lo cual si el maltratador consigue justificar su acción,
esta deja de ser delito. Muy fácil para el infractor pues la víctima ni habla ni paga abogados.
Otro
requisito es la calificación del animal, para estar incluido en el régimen
general de la protección tiene que tener la condición de doméstico o amansado.
Los salvajes y asilvestrados quedan fuera.
Para
no despreciar la sensibilidad del legislador deberemos decir que contempló la
protección de los animales no
domesticados haciendo mención a la prohibición de utilizarles en espectáculos
crueles no autorizados. Este es otro aspecto que adquiere gran importancia
pues ya que el adjetivo cruel puede ser aplicado a los festejos taurinos, una
formula sencilla para salvaguardar su celebración es otorgar a los excesos
taurinos la categoría de espectáculos
autorizados.
Incongruencias
que permiten declaraciones como las del alcalde de Tordesillas el socialista
Jose Antonio González que, escondido tras la vaguedad legislativa, dice que “No
prohibirá la fiesta del Toro de la Vega mientras sea legal”.
Es
un cachondo. Si no se autoriza la celebración de la bestialidad del Toro de la
Vega, “el festejo” dejará de ser legal en función del artículo 632.2 del código
penal. Se sigue celebrando porque se sigue permitiendo.
La
laxitud de las leyes para contentar a todos siempre acaba no dejando contento a
ninguno.
Son
muchos intereses económicos de pudientes familias de la sufrida piel de
toro, los que impiden que se tomen medidas que prohíban la exhibición obscena de la
crueldad humana, por eso al amparo de una actividad permitida – los festejos taurinos
– se cuelan otras actividades igualmente crueles a las que no se puede defender
con el barniz de bien cultural. Resulta insultante llamar cultura a la tortura,
pero ese sería otro debate.
Así
que ya sabéis amigos toros, si hubierais nacido perros se habrían prohibido los
espectáculos de peleas - con congéneres de vuestra especie - para diversión de
los humanos. Pero habéis nacido toros y eso es muy malo en España.
Aquí
nunca faltara un catedrático (como el insigne profesor Martin Arias de la
Universidad de Valladolid) que justifique que os torturen para dar rienda
suelta a la crueldad humana y amortiguar los hechos violentos que nuestra
condición animal provoca. Si los cafres que habitan este país os persiguen,
torturan, hieren y matan a vosotros, estos
– dice el catedrático en sus pregones y declaraciones - no pegan a sus mujeres ¡Excelente solución
para la violencia domestica!
Mientras
tanto el alcalde de la localidad balbucea argumentos y mira para otro lado, la
fiscalía no interviene, el Ministro del Interior tiene otras preocupaciones, la
judicatura no sabe no contesta y ¿los políticos?: Bien gracias.
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