Cuando
el señor Conde volvía de caza, en una de las salas del castillo, le esperaba un
desproporcionado banquete para él y sus caballeros. Las damas se engalanaban
para el regocijo y disfrute de los valientes cazadores; los juglares cantaban
las gestas en tanto los sirvientes preparaban las viandas.
En las
cuadras, los mozos atendían a las
caballerías y después de una adecuada
limpieza se ocupaban de proporcionar a los semovientes la adecuada ración de
agua y pienso. Al acabar con los equinos se dedicaban a limpiar monturas y aperos
para que el guarnicionero reparara los desperfectos provocados por la
cabalgada. Bien lustrados eran
guardados en espera de un nuevo uso.
Los
perros eran conducidos a los encerraderos donde los perreros atendían sus
cuidados en espera de la próxima salida. Tan sólo los canes preferidos por el
conde eran permitidos en los salones del castillo. Estos, debidamente
adecentados, esperaban la llegada de los comensales para escabullirse bajo las
mesas esperando ser recompensados con huesos y pedazos de carne que les tiraban
los caballeros.
El cine
nos ha ilustrado en los parámetros por los que se regía el acontecimiento.
En primer
término se marcaba el lugar donde se iba a llevar a cabo la jornada cinegética.
Naturalmente se encuadraba su realización dentro de las posesiones del señor,
los bosques y montes de sus dominios.
A continuación
se elegían las piezas que iban a ser objetivos de la montería, ciervo, jabalí,
liebres, animales de pluma, zorro, en fin lo que los señores tuvieran a bien
desear sin desechar cualquier especie que se cruzara en su camino.
Los participantes
en el evento eran el señor del lugar y sus amigos de noble cuna. Como comparsas
invitaban a caballeros e hidalgos que acudían prestos a mostrar sus habilidades
y ganarse los favores del señor. Por último, también intervenían los sirvientes
que hacían posible la caza. Los perreros, los pajes, los desolladores, los
acemileros, toda una recua de personas que facilitaban que sus señores cobraran
la pieza marcada y más tarde pudieran exhibirla como trofeo.
Con
la descripción hecha parece que estamos fechando el acontecimiento en los
albores de la Edad Media, pero no. El film “La escopeta Nacional” tiene muchos
puntos en común con lo descrito: Los señores, los criados y los perros.
Los bosques
y montes del Conde se han tornado en Cotos privados de caza. En ambos únicamente
pueden cazar los señores. El Conde reclamaba la entera propiedad de todo animal
que habitara sus dominios.
¡Cuánto
me recuerdan estas monterías a la campaña electoral desatada!
Los bosques
y cotos son las diferentes Comunidades Autónomas y Gobiernos Municipales. Los participantes
son El Club Bildeberg, El Ibex 35, El FMI, la Troika, La Banca como dueños del
Coto. Los hidalgos invitados son los partidos políticos que se afanan en su
carrera de méritos para complacer a los señores.
Los criados
los encontramos en la piara de medios de comunicación tradicionales que
informan sirviendo a los intereses que les pagan y protegen. Los mismos medios que se abren las carnes con
el suceso de Charlie Hebdo y pasan de soslayo por el atentado de Kenia ¿Tiene
algo que ver el color de piel de los asesinados? NO. Tiene que ver con el
entorno económico en el que se produce. París somos nosotros y Kenya está muy,
muy lejos.
Las piezas
a cobrar son nuestros miserables votos que, una vez desollados, exhibirán durante
cuatro años como trofeo y conquista. Esos votos serán la interminable
certificación de la autorización que les hemos otorgado para hacer su santa
voluntad. “La inmensa mayoría de los españoles quieren que hagamos las cosas
como dios manda”. Tendremos que repasar los mandamientos de dios para ver en
qué punto dice: “Liquidarás los Servicios Públicos y el Estado de Bienestar en beneficio
de la Banca”. ¡Tontos somos que no lo
sabemos encontrar!
Los caballos
somos nosotros, llevamos a los amos en volandas sobre nuestros lomos. Descansamos
un poquito durante la campaña electoral, instante en el qué adquirimos
importancia, hasta que finalizada esta y emitido el voto – cobrada la pieza –
volvemos a inclinar la cerviz para que nos coloquen los aperos.
¿Y los
perros? Este papel lo interpreta a la perfección la caterva de políticos que,
arrastrados y humillados a los señores, salen en estos momentos de las covachas
para hacer su papel perruno. Levantan la pieza, le dan caza, la cobran, la
llevan y depositan a los pies de su señor. Como recompensan reciben sus
miguitas, sus huesos, los trozos de carne que les tiran. El premio es el
silloncito para sentarse en un foro de Gobierno local.
Con
este panorama las preguntas que nos surgen son sencillas:
¿El
retrete? Por este pasillo a la Derecha.
¿El
desbarajuste? Al fondo a la Izquierda.
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