Es verdaderamente espeluznante la epidemia de ebola que se esta extendiendo por el continente africano.
Es igualmente desolador vernos convertidos en los destinatarios de la venta de una determinada accion, cuya finalidad es proporcionar mayor gloria a uno de los personajes politicos que mayor suciedad arrastra debido a su caradura y a la desfachatez de su comportamiento.
La mezcla de gobernantes dociles con informantes serviles, ha dado como resultado un ente empeñado en la tarea de convencernos de lo derrochadores que somos, por querer mantener un sistema sanitario que, segùn ellos, no nos merecemos y no podemos permitirnos por estar claramente desproporcionado con nuestros ingresos y recursos.
Para ello han disminuido plantillas de personal sanitario, han descabezado y mutilado los centros de investigación, se han privatizado servicios, y se han eliminado tratamientos y medicamentos, tachándolos de inoperantes y costosos, o se promueven copagos. Se cierran plantas hospitalarias sin mas tramite que las disposiciones caciquiles de los gobiernos central o autonómico de turno.
Se ha dejado de actuar bajo parametros sanitarios, para hacerlo en clave mercantil.
Hasta que, fijese usted, sucede que unos trabajadores españoles, uno de ellos infectado de ebola, son repatriados a España con un extraordinario despliegue de medios.
Como acto humanitario, loable, como respuesta del estado ante las necesidades de sus ciudadanos, encomiable, como protección ofrecida por las instituciones, ante la indefensión de las personas en caso de catástrofe, obligatorio.
Solamente nos choca que en los tiempos mercantilistas de obligada rentabilidad, con los que aparentemente nos seducen, cuando se esta dejando en mano de las mutuas las bajas laborales para disminuir su incidencia en los costes sanitarios y empresariales, se haga tal despliegue de medios sin reparar en costes.
¿Què ha cambiado en las altas esferas de decisión?
No queremos ser mal pensados, pero ¿no tendrá nada que ver que los rescatados sean miembros de la iglesia?
Tan solo 24 horas antes, nos hacían sabedores de la actuación de la Generalitat Valenciana en el tratamiento de un paciente con hepatitis C. Lleva tiempo sin tener posibilidad ni acceso a los fármacos necesarios, según los responsables políticos sanitarios valencianos debido a que los medicamentos están fuera del sistema de salud publico.
La falta de equidad es tan palpable que las preguntas surgen casi sin pensar.
¿Ser sacerdote otorga derechos supletorios? ¿Ser misionero atribuye garantías de tratamiento sanitario?
Deben de ser este tipo de méritos los que adornan a Ana Mato para ser ministra: ser capaz de poner a disposición de las ordenes religiosas los medios del estado, aunque por otro lado se laminen los derechos de los españoles de a pie mas necesitados.
Para todo lo demás únicamente necesita la mastrer card de algún amigo procesado. A ella los cumpleaños le salen gratis y los coches de su ex no le parecen relevantes.
Ahora ha recibido parabienes por la actuación de su departamento en el caso que nos ocupa. Nos unimos a las felicitaciones, nos apena que para que el estado despliegue toda su fuerza para ayudar a un trabajador, este tenga que ser miembro activo de la iglesia.
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