Se aproxima un nuevo 14 de Abril y
las aspiraciones republicanas volverán a hervir sintiéndose vivas, son tantas
las decepciones sufridas buscando un sistema que reconozca la igualdad,
sostenga la justicia y fomente la fraternidad social, que únicamente desde los ideales republicanos son sostenibles
semejantes anhelos.
Esta fecha fue la sustituta de otro
emblemático momento republicano. Con anterioridad, el 11 de febrero era
considerado el símbolo del republicanismo. Ese día del año 1873 se proclamó la I
República Española tras la abdicación de Amadeo I de Saboya.
Las dos experiencias republicanas que
ha intentado este país han tenido un abrupto final y poquísimas oportunidades
de desarrollo.
Ambas finaron con sendas asonadas
militares. La del general Martínez Campos rematando en diciembre de 1874 - con
un golpe de estado - lo iniciado en enero
de ese año por sus colegas de armas Pavía y Serrano.
Los guardianes de una patria “a su
medida”, le dieron menos de un año a la posibilidad de un régimen al margen de
la tutela monárquica, que fuera respetuoso con los derechos y libertades
individuales y sociales.
Nada extraño si se tiene en cuenta
que la I República deviene del fracaso al que es precipitado el reinado de
Amadeo I en su intento por implantar algo parecido a una monarquía democrática.
Un sistema en el que el rey estuviera
supeditado a los poderes civiles resultó excesivamente avanzado para las élites
dominantes ¿Cómo iban a admitir una República? ¿Por qué renunciar a sus
privilegios clase? ¡De ninguna de las maneras!
Tras una larga travesía de reyes y
regentes, de general en general y de desastre en desastre, 58 años después se
dieron las condiciones para un nuevo intento de imponer la justicia social en
España.
El 14 de Abril de 1931 se proclamó la
II República Española. En esta segunda ocasión el rey no fue tan generoso como
lo había sido Amadeo.
El Borbón Alfonso XIII huyó dejando
una lacrimosa nota escrita por sus
palanganeros en la que – con los tópicos de rigor – reafirmaba su irrenunciable
condición de rey de España.
Sólo
abdicó de sus derechos para nombrar sucesor en la figura de su hijo Juan
y en Roma se dedicó a conspirar contra
su patria desde el día siguiente de partir para el exilio.
El nacimiento de la II República Española pretendía llenar un vacío
inmenso en el desarrollo social del
país. Una nación prácticamente anclada en la Edad Media, atormentada por un
anacrónico régimen monárquico absolutista y caprichoso.
Misión frustrada, de nuevo una
conjunción de generales rebeldes, acomplejados y meapilas impusieron su
voluntad aterrorizando al pueblo que habían jurado proteger.
Nuevamente triunfó la sinrazón, los
pilares básicos de todos los golpes de Estado se ensamblaron para llevar a buen
término su felonía.
Los reaccionarios partidos de
derechas y sus gemelos monárquicos, apoyados por el capital fascista contaron
con la ayuda del brazo traidor de militares vendidos.
No tenían intención de restaurar la
monarquía y menos a Alfonso XIII, su misión fue destrozar la II República
Española
El cardenal Segura resultó ser el
pegamento aglutinador para propagar desde los púlpitos la aversión contra la
esperanza republicana.
Con la llegada de la II República, España
caminaba con paso firme hacia una laicidad acuñada en la Constitución.
La libertad de conciencia y la
separación de poderes se vislumbraban como hechos incontrovertibles de una
sociedad que ¡por fin! Comenzaba un viaje hacia la modernidad.
No fue posible, antes de poder hacer
realidad un sueño, una banda de verdugos despertó al país y le sumió en
cuarenta años de pesadilla bajo la bota de un tirano.
El Presidente Adolfo Suarez lo dejó
bien claro: no se preguntó al pueblo por monarquía o República (Referendum) porque
el resultado hubiera servido para que la familia Borbón pasara al baúl de la historia.
Por tal motivo, a día de hoy, la
Jefatura del Estado la ostenta - a título de Rey - el sucesor del designado por
el sátrapa.
Nunca se ha llevado a cabo en España un
elemental principio de justicia legal: restituir el mal ocasionado. Nunca se ha
tenido intención de juzgar a los traidores y levantiscos.
No se volvió a la legalidad republicana
hurtada por la fuerza de las armas, en cambio se perpetuó la ignominia que
cimentó la barbarie.
Los asesinados siguen tirados en las
cunetas, la Iglesia Católica continúa disfrutando de privilegios y canonjías,
los traidores disfrutan de su rapiña encumbrando a sus herederos políticos con
gritos de ¡Viva el Rey!
Una vez conocidos los daños
provocados por los desafueros del heredero de Franco, la III República
Española empieza a dejar de ser una
aspiración para pasar a convertirse en una necesidad.