Ya estamos más que acostumbrados
a determinadas poses y también sabemos que una cosa son las proclamas en los
mítines electorales y otra es actuar en consecuencia. En los instantes de
éxtasis, con la adrenalina galopando por las venas del orador, este se compromete
a todo, lanza los mensajes que el auditorio demanda. Todos sabemos el final de
la historia, en el momento que se logra el puesto apetecido se encuentran
excusas para traicionar los ideales. Las
explicaciones llegan a ser irracionales y absurdas… las circunstancias no son las idóneas, no es
el momento, hay asuntos más importantes o urgentes.
Queremos creer que el nuevo
escenario político ayudará a cambiar la forma en la que se han desarrollado las
legislaturas, pero sin caer en la ingenuidad de pensar que todo será armónico.
Somos conscientes que siempre va haber
excepciones como ha sucedido con el alcalde de Cádiz, aunque deseamos que sean
las menos posibles.
En la historia reciente de
nuestra democracia hemos visto a los dirigentes de un partido (PSOE) pasar de
ser anti-OTAN a declararse fervientes defensores de la entrada en la alianza
militar. No lo sabíamos pero era por nuestro bien.
Un partido de genética declaradamente
republicano llegó a declararse “juancarlista”
para justificar la deriva monárquica adoptada.
También defendía la escuela
pública, pero no dudó en traicionar sus orígenes
orquestando conciertos con organizaciones privadas para sostener a colegios
privados. Aquellos conciertos conducen a la enseñanza pública hacia el proceso de
deterioro en que está inmersa ¿Cuáles eran las organizaciones privadas elegidas
para los conciertos? Pues ¡Sorpresa! Mayoritariamente fueron órdenes religiosas
pertenecientes a la Iglesia Católica, asociación que está en todas las salsas.
En los acuerdos entre los diferentes
gobiernos de la nación con la Jerarquía Católica es donde podemos enmarcar la contradictoria
actuación de Kichi: las pomposas declaraciones de laicidad del Estado por un
lado y seguir manteniendo los privilegios de la Iglesia Católica española por
otro.
Hace más de 30 años se alcanzaron
propuestas y acuerdos para acabar con la contribución del Estado a la financiación de la Iglesia; en lugar de
aplicar los acuerdos se aumentó la aportación del Estado.
Hay expresiones de la voluntad de separar Iglesia y Estado
pero se conceden licencias de radio y espacios de televisión para el adoctrinamiento
masivo de la población.
El mandato de la Constitución obliga
a la neutralidad del Estado en materia religiosa pero se aprueba una ley de educación
a gusto de los Obispos.
En resumen: lo que hasta ahora se
ha logrado con los Gobiernos de “Turno”
es mayor asignación para la financiación de la Iglesia Católica, mantenimiento
de los acuerdos con la Santa Sede, la asignatura de religión en los colegios,
los conciertos siguen vigentes despreciando a la escuela pública y se ha
permitido el expolio de edificios del patrimonio nacional por parte de la
Iglesia.
Con la llegada de nuevos actores
en la escena social y política aspirábamos
a superar esta serie de dislates propios
de una sociedad teocrática. Desafortunadamente
NO siempre va a ser así.
El alcalde de Cádiz se ha
envuelto en una bandera mística y ha actuado exactamente igual que el ex
ministro Fernández Díaz, con una salvedad, el ex ministro era un beato
irredento y no engañaba a nadie, usaba las instituciones públicas para aplacar
su conciencia y dar satisfacción a los jerarcas de la Curia. D. Jorge era
incapaz de comprender una democracia en la cual rigen las leyes humanas y existe
una frontera para que las religiones no influyan en las instituciones públicas.
Por el contrario el Alcalde de
Cádiz se presenta como un defensor de la laicidad y ante las críticas recibidas
justifica su postura ocultándose tras una falsa protección de las clases
populares y dice que su decisión tiene “un componente popular que nada tiene
que ver con el componente religioso”.
Señor alcalde entonces la Orden
de los Dominicos qué es ¿Un equipo de fútbol? Y ¿La Virgen del Rosario acaso es
un obrero de la construcción? Además ¿se puede saber para qué quiere la virgen
la medallita?
Lo que nos confunde es la
obsesión que tienen algunos con poner de rodillas a las instituciones públicas
ante la Iglesia. La explicación que
atisbamos es un ansia desaforada de mantener el status y para eso se
valen de alcaldes melifluos. La medalla y los nombramientos a la virgen, o al santo patrón, o al Cristo
del lugar, sirven para escenificar que
la Iglesia Católica Española tiene aún mucho que decir en nuestras vidas; en la
sanidad criticando la investigación con células madre, en la educación
diseñando la educación de los niños, en la sociedad autorizando quien puede
casarse y con quien, en la vida de las mujeres negándoles la decisión sobre sus
cuerpos y dictando como deben vivir, en la sexualidad aprobando o corrigiendo
conductas, en la justicia aupando en los altos tribunales a los afines y como
¡no! En el Estado marcando la agenda de los
gobiernos.
Por esos motivos produce estupor
que Juan Carlos Monedero haga una defensa tan vehemente de la actuación de
“Kichi”.
Sí Juan Carlos, SI es lo mismo la
medalla de tu amigo y la medalla que otorgó el ministro beato. Es la misma
distinción que concede a la iglesia una
autoridad que no le corresponde, ¡No le
corresponde ser un elemento notable de nuestras instituciones y por ende de
nuestras vidas!
Y puede ser relevante en la vida
de Juan Carlos, o en la vida del alcalde
de Cádiz, o en las vidas de los Dominicos y de los 6000 avalistas. Para dar rienda suelta a estos sentimientos tienen su intimidad en el ámbito privado,
incluso en público, pero debe estar vedado el espacio institucional, porque el
Ayuntamiento también pertenece a los que discrepan con la elección religiosa de
los Dominicos y de los firmantes.
Y los pobres no necesitan
caballeros cruzados que les duerman con rosarios, necesitan políticos
independientes y audaces que defiendan sus derechos contra supersticiones y argucias.